Somos hermanitas «de Jesús»: mujeres que eligen seguir a Dios, respondiendo a su amor y a su llamado. Es la Iglesia, de la que hacemos parte, la que nos envía a contar y vivir el Evangelio en las fronteras de nuestro mundo.
Pobreza, castidad y obediencia son las coordenadas entre las que se desarrolla nuestra relación con Dios y con los demás.
La pobreza nos impulsa a compartir lo que somos y lo que tenemos, entregándonos al amor sin medida de Dios.
La castidad nos compromete en un camino de integración y unificación a lo largo de la vida, para aprender a amar como Él, con un amor libre y liberador.
La obediencia nos pide que vivamos en la escucha, que crezcamos en la corresponsabilidad, que nos juguemos por el Evangelio.
Para significar nuestro deseo de pertenencia, en el momento de la primera profesión, recibimos un nuevo apellido: «de Jesús». Éste nos acompaña, se vuelve memoria cotidiana, hasta que entramos en la Eternidad.