Ser mujeres contemplativas es el corazón de nuestra misión y el camino de toda nuestra vida. Acoger la mirada de Dios que se posa con ternura en nuestras existencias, nos enseña a encontrar a Dios presente en los pliegues de nuestro cotidiano. Los rostros heridos, los abismos de realidades aparentemente privadas de esperanza, de esta manera nuestra vida de cada día se vuelve lugar de encuentro con Dios.
Ser contemplativas es vivir una amistad profunda e íntima con Jesús. Es un camino que incluye y unifica todos los aspectos de nuestra vida: ser mujer, nuestras historias, talentos, fragilidades. Lo primero que experimentamos es que, si vivimos en la luz de Dios, ninguna realidad nos aleja de su Amor. El silencio, la oración, el amor por la Palabra son los elementos fundamentales para vivenciar la presencia de Dios en nosotras y a través de nosotras.