El trabajo me da la posibilidad de ganarme la vida, de entrar en la vida cotidiana de la gente, y más concretamente en la cultura de este pueblo. La situación es cada vez más sombría, mi salario cada vez más bajo. Perseverar solidariamente con las personas de aquí, esperando que un día todo vaya mejor, como el centinela por la noche espera la aurora, me ha dado un sentido para permanecer aquí. Muchas veces he sentido con mucha fuerza nuestra misión, la importancia de nuestra presencia en medio del mundo viviendo y sufriendo con quienes que están aquí, llevándoles en nuestro corazón y en nuestra oración. Intentando ponernos “de pie” en la fe, en la esperanza y en la confianza en Dios, nuestro Padre que nos cuida, que nos salva. Pero a veces se hace tan pesado… entonces espero en silencio. Vivimos el Sábado Santo por todos nuestros países. He visto el sol ponerse, luego desaparecer; pero espero y me gustaría mucho ver cómo amanece. Y si quiero verlo, tengo que volverme hacia su horizonte: ¡la Resurrección!