Aquí la gente vive del comercio. Nosotras, para hacernos prójimas y también para ganarnos la vida, tenemos un taller de costura en el mercado. Ahí estamos en medio de personas de distintas condiciones de vida, de trabajo, de origen e incluso de confesiones religiosas. Soy una más entre ellos. Ahora nuestro taller se ha vuelto ecuménico. Somos cuatro personas, de tres confesiones diferentes; vivimos en un ambiente de familia, respetándonos unos a otros, compartiendo las alegrías y las penas, las fiestas y los duelos. Esto ha creado una confianza mutua y una amistad profunda, a tal punto que han empezado a hablar de lo más íntimo, además de las visitas gratuitas que nos ofrecemos unos a otros. Para ayudarnos mutuamente hemos creado un fondo común, como una asociación de ahorro: se ponen las cotizaciones en una hucha o alcancía, y así, cada uno va generando un pequeño capital, (o va aumentando el que ya tiene), sin contraer deudas con intereses elevados, sobre todo teniendo en cuenta que algunos no tienen bienes que puedan hipotecar.